Ha llegado el día de su reportaje de comunión en Navarra (o donde tú quieras). Ellos se hacen mayores. La última vez que miraste atrás llevaban chupete y gritaban cuando tenían hambre. Ahora eligen qué vestido o qué chaqueta quieren llevar en su comunión, te abrazan para evitar decirte lo mucho que te quieren y juegan a ser adultos.
El tiempo vuela y son los eventos así los que con los años, uno recuerda. Imagínate volviendo a casa un domingo a comer con tus padres. A la hora de la siesta, la nostalgia le gana al sueño que tienes. Así que te dedicas a abrir álbumes de cuando aún no sabías que las horas, los días, los meses… Se escapan raudos, como en otoño lo hacen las hojas de los árboles.
Abres la tapa de un álbum que en él pone: Mi Primera Comunión. Tiene tu nombre escrito y allí estás, repleto de sueños e ilusiones.
Quién iba a decirte que para retroceder en el tiempo no hacían falta naves espaciales, sino un puñado de fotos de tu memoria.
Primera Comunión de Pablo entre Leyre y Lumbier. Si miráis en el diccionario la palabra “Imparable”, estoy segura de que aparece la cara de Pablo. En serio, ¿cómo...