Edyta llegó a mi estudio como los mejores regalos de la vida: por sorpresa. Su madre había visto mi trabajo en la web y le gustó tanto que me dijo las palabras mágicas que todo fotógrafo quiere escuchar de sus clientes: “Quiero que fotografíes a mi hija y que hagas lo que quieras para su Primera Comunión”.
Así que me dieron alas para volar y crear a mi antojo, y claro, ahora cada vez que veo a Edyta en mis fotos se me escapa la sonrisa.
Hicimos dos sesiones, una en el estudio de Sangüesa y otra en la Foz de Lumbier. Si me dais a elegir, esta vez me quedo con la sesión en exteriores. Allí, Edyta, su hermano y yo corrimos salvajes, cazamos saltamontes y gritamos a pleno pulmón por el simple placer de hacerlo.
Ojalá que cuando veáis la sesión os sintáis tan libres como nosotros lo hicimos.
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