En los detalles está la magia. La madre de Celia lo sabía muy bien mientras arreglaba su vestido de comunión para que la pequeña terremoto lo pudiera lucir en la suya. No creo que se le pueda hacer un regalo más bonito a una hija y más cuando el vestido era así de increíble.
Celia no paró quieta, disfrutamos tanto en el estudio de Sangüesa como descubriendo rincones por Sos del Rey Católico. Cuando terminó la sesión, ella quería más, supongo que si las tardes no terminasen nunca, podríamos habernos estado mil horas, yo fotografiando feliz su alma tan libre y ella danzando curiosa por todos lados.
Un día, Celia crecerá y observará estas fotos de su Primera Comunión y verá todo la ternura que su madre depositó en unas telas repletas de amor e historia.
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