Naiara y Fer no quisieron separarse ni la noche previa a la boda. Durmieron juntos, abrazados, sabiéndose uno aún siendo dos. Unos bostezos más tarde se despidieron.
Cada uno se fue a hacer sus respectivos recados. Naiara a la peluquería, Fer a la barbería. Se pusieron sus mejores galas, uno no se casa todos los días y menos con la mujer de tu vida, comentaba el novio a punto de explotar de nervios e ilusión.
Quedaron en encontrarse en la Plaza del Castillo para abrazarse una última vez antes del sí, quiero. Yo, tras la cámara, me emocioné al verles mirarse con tanto amor. Era como si nunca antes se hubieran visto. Había tanta magia en la plaza que tras aquello, cada vez que la cruzo, me parece que ya no es la misma.
Luego se montaron en su Volkswagen T1 y se dirigieron al Señorío de Beraiz para hacer oficial lo que todos ya sabíamos: que sí, que ellos dos son para siempre.
Amigos, familia, amor y un paraje espectacular fueron los protagonistas de aquel enlace. Qué maravilla de día, por su autenticidad y porque nos sentimos en casa mientras trabajábamos risueñas.
Dicen que recordar significa volver a pasar por el corazón y yo pienso hacer eso con vuestro día hasta que se me desgasten las pulsaciones.
Gracias por tanto, Naiara y Fer.
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